Lecturas: Plop, de Rafael Pinedo


Cuando trabajaba de librero en Buenos Aires, cada tanto se me daba por agarrar un libro al azar y darle una chance. Sin pensarlo demasiado. Así fue como un día tiré de ese lomo fino color blanco de la editorial Interzona.

A Plop lo dejé estacionar por cuatro años en la biblioteca de mi casa. Casi añejo, lo tomé una tarde y lo leí de una sola sentada. Con sus capitulos breves, contundentes, los golpes secos de la narrativa de Pinedo es inusual y precisa.

Una novela difícil de clasificar. Ucrónica y fantástica, se la podría aparejar a The Road, de Cormac Maccarthy, Borneo de Oliverio Coelho, o El año del desierto de Mairal. Pero también profundamente antropológica: Un mundo después del mundo. Hombres que vagan por el basurero universal. La narración de una historia de la degradación y la superviviencia. Pinedo nos cuenta la historia de Plop, uno más entre un grupo nómade siempre amenazado.

La trama en sí no es necesariamente original. Pero lo que se destaca por encima es el estilo narrativo usado para desenvolverse. La historia y las costumbres. Una prosa literaria desde lo informativo. Corto y seco, utilizando el mismo tono distante -casí científico- para describir las costumbres de caza o la quema de un bebe nacido deforme. El tabú desplazado, la sexualidad aceptada y casi celebrada entre familiares, y del otro lado la pena capital a quien sacara la lengua. El extraño lugar que ocupan las mujeres. Las descripciones, minuciosamente violentas y viscerales, en ningún momento tocan el lugar común de lo sensual y erotizante.

De allí, la lectura -el poder/saber leer- emerge como una extraña gema dentro de esa sociedad primitivizada. Un otorgador de sentido a una vida basada en la supervivencia. El crédito y privilegio de saber leer convierte en cuasi oráculos a los acreedores de ese poder. Quizás esa sea única clave que nos da el autor para pensar una reconstrucción, una salida. En una entrevista publicada en Página 12, Rafael dice:


“A mí lo único que me salvó fue la lectura. Pero tengo una pequeña teoría y es que la literatura no se hace cuando se escribe; esa gente que dice ‘yo hago literatura’ está mintiendo, salvo dos o tres capitostes. Cuando uno escribe sólo pone palabras en el papel, la literatura se construye cuando la lee el lector”.FUENTE: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/4-4772-2006-12-12.html

El otro, a pesar de todo está siempre presente. Y el deseo de poder y supervivencia se justifican en última instancia en esa alteridad.

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Por otro lado, no puedo ignorar el año en que se publicó la novela: 2002 fue el año posterior, el año en que la sociedad argentina se encontró no con la violencia incendiaria, sino con las cenizas lo que quedó. Escenario que pudiera ser parecido al basurero universal y que a la vez confirma que la historia de Plop es una historia del poder. La construcción detallada de este atroz nuevo mundo es un campo fértil para pensar en el héroe como arrebatador de las voluntades. El poder, como agente degradador pone en evidencia que la crueldad es humana, que no es lo mismo que decir que el ser humano sea cruel, pero que nos hace preguntarnos si no será que ya estamos viviendo -de a fragmentos quizas- en el mundo de Plop.

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