Volver a escribir por primera vez

Hace unos meses, de manera a veces intermitente y pausada, he vuelto a escribir. Como siempre, sin grandezas ni promesas. Pero algo pasó desde la última vez que lo intenté. Una revista de mis habituales espacios me dio algunas pistas:

La Epistolaria

Hace poco más de un año que hemos vuelto con mi amigo SK a escribirnos en aquel género necesario. Sentarse a escribir una carta tiene poco que ver con hacerlo con un teclado en frente. Las demoras del correo, la ansiedad de saber que "en estos días estaría llegando" la respuesta, la tinta indeleble, todo ello hacen de escribir un ejercicio más pausado y meditado. Sin contar con que, en un mundo de reproducción infinita, la carta de puño y letra aún mantiene su unicidad. El nuevo viejo artefacto de comunicación.

Escribir en inglés

Así y todo,
Dio' bendiga mi teclado con letra Ñ
Después de vivir algo así como dos años en Canadá, era hora de empezar a practicar mis cualidades escritas. Mientras el habla sufre conmigo y el acento latino entorpece el entendimiento, algo muy interesante pasa a la hora de escribir. Esas limitaciones en el vocabulario, en el estilo y forma crean otro escritor dentro de uno. En mi caso, más simple y despojado, sin vueltas. Historias concretas que podrían ser un plagio muy berreta de Hemingway. Pero ese resulto ser yo cuando escribo en inglés. Por supuesto, hay que seguir leyendo y aprendiendo para poder mejorar, pero esa oportunidad de reinventar la propia capacidad de expresión es muy saludable.

El Blog

Escribir una vez por semana es algo tedioso, a veces hasta casi impuesto. La idea misma de la consigna es disciplinarse en escribir. En hacerlo de manera recurrente hasta que la práctica de escribir termina por despojarse de sus ornamentos rituales y sea nomás una actividad más de la vida humana, como lo es comprar el diario o tomarse un colectivo. Porque de técnica literaria nadie aquí puede quitarse el mote de neonato, pero no quita que escribir esté al alcance de todos. Que lo sepamos es el otro objetivo de este ejercicio.

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Pero el sentido final detrás de estos espacios no está en escribir, sino en comenzar a excavar hacia adentro. Descubrir el sentido final de hacerlo, el por qué por encima del qué o cómo. Mientras más lo hago, más encuentro el sentido de hacerlo (sin saberlo aún). Más, escribir a menudo ha terminado incentivándome a realizar o completar otras tareas pendientes, a tachar items de mi lista (de mi "bucket list").

Pero fundamentalmente descubrir por qué por encima del cómo o el qué. La inspiración y la capacidad de inspirar a otros solamente puede venir de allí. Muchas veces me senté con las intenciones de encontrar algo brillante sobre lo que escribir. Y el error está en buscarlo a tientas, o en simplemente buscarlo. Lanzarse a escribir, sobre cualquier cosa: una burrada, lo que pasó durante el día, el dolor en el pie o del corazón, el amigo con quien me encontré. La tinta misma va encontrando el camino para develar aquello otro, ese texto sin escribir, codificado y secreto. Una escritura cruda se abre paso y empieza a fluir, sin respetar tiempos ni congruencia, es simplemente un grito silencioso manchando con tinta al papel. Siempre estuvo allí, pero llegar y abordarle no es tarea fácil. A esa ruta sin principio ni final no se le puede acercar, hay que caerle encima y jinetearla como buen criollo. Aquel momento en que se escribe porque no queda alternativa, por que no existe otra forma de calmar a ese puercoespín que se mueve en el estómago, en ese momento en donde se escribe con la herida expuesta es cuando algo real queda impreso. Que no quiere decir literatura de alto vuelo, sino algo legítimo. Que no pretende calidad sino que intenta de llegar a ese lugar propio que está en todos nosotros. Un lugar común y difícil, y que se agradece encontrarlo en tinta ajena. Una sombra que otros podrían confundir con la suya.

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